Cuando uno se va de viaje, ya sea a Mar Chiquita o al viejo continente, experimenta una sensación de que todo es posible, uno siente que podría vivir siempre así, con la ropa en la valija y de travesía.
Enseguida te asaltan unas ganas locas de tener una casa en la playa, de vender todo e irte para allá, no importa cómo,y así tener una casa hermosa pero modesta, rodeada de eucaliptos y salitre.
Pero no. Tarde o temprano hay que volver (aunque nunca falta el suertudo que cumple el sueño de la casa en la playa) y eso también es una dicha, sólo hay que saber encontrarla: la camita de sábanas conocidas, la ducha de calefón (abajo el termotanque!!), la teleeee...
En lo cotidiano también hay vacaciones y viajes, pero duran instantes.
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Me pone muy contenta que hayas pasado por acá!!